En tiempos en los que en el mundo del arte existe una sobrepoblación de creadores que se apoyan en la tecnología (diseño gráfico, maquinaria, etcétera) o en técnicas antiguas y románticas (como el óleo o el pastel) existe poco espacio para el humilde dibujante que realiza su trabajo con instrumentos elementales, de papelería, poco glamourosos como son la pluma y el papel: el dibujante español Juan Francisco Casas ha logrado hacerse un lugar al mundo del arte usando simplemente papel y pluma azul marca Bic (sí, la de toda la vida). Además de su indiscutible calidad técnica, la obra de Casas es interesante por su contenido temático pues es, de cierta forma la negación de la pintura: ésta acerca, personaliza, vuelve emocional la realidad a través del trazo y la técnica del artista mientras que los dibujos de alejan, son impersonales, antirománticos, distantes: no son retratos, son reproducciones de fotografías que él mismo tomó de sus conocidos. Su creación está mediada por la técnica (la cámara), cuya imagen reproduce fielmente. En sus obras los fotografiados aparecen haciendo banalidades, sonriendo, relajados, como en una gran fiesta, acentuando el contraste con el rigor técnico de la reproducción hecha a pulso.
En el caso de la serie Identidades la ironía del autor es aún más evidente: sus amigos relajados, divertidos toman,o están por tomar una fotografía a su fotografiador, Casas se burla del espectador y de la gran tradición pictórica de la que se aleja doblemente al fotografíar a alguien fotografíando para luego reproducirlo manualmente. Al ser expuestas estas obras cobran su sentido completo: la imagen fotografía al espectador, él -ya no el autor- es el aludido, él es el vulnerable ante estos iconos expresivos pero fríos, tan reales, pero tan distantes, pero igualmente seductoras, son como la buena pornografía via internet, en la que se siente un vouyerismo mutuo pero ficticio
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