martes, 6 de julio de 2010

Imagen del día: La opera ambulante en la central de autobuses de Tijuana, México.


Tijuana  es una ciudad fronteriza que se ha ganado la fama de peligrosa, insegura y viciosa...y es cierto, esto se ha acentuado recientemente debido a los constantes enfrentamientos entre diversos Carteles del narcotráfico. Es una ciudad violenta que se vacía por las noches, una ciudad a la que los gringos ya no llegan en parvadas en busca de diversión barata, una ciudad desangrada. Hace un año y medio estuve por allá,  sólo un par de horas, vi dos policías muertos, recién baleados tirados en la carretera, el conductor del taxi, exguerrillero cercano a la liga comunista 23 de septiembre,  nos hizo una radiografía del conflicto en la ciudad: todos saben que las autoridades están coludidas, prácticamente todas las policías  son pagadas por un cartel, la ciudadanía está desprotegida. Mientras el taxista nos  describía los horrores cotidianos, yo miraba por la ventana las decenas de cruces que colgaban del muro que divide México y  Estados unidos: cada cruz  representa a un migrante muerto en su intento por cruzar la frontera, y la fila  parece interminable. Pero a pesar del horror Tijuana está viva y mantiene ese aire escaso y complejo que sólo se respira en las ciudades fronterizas del norte de México. La cultura está activa, incluso en los estigmatizados espacios públicos. Hay un proyecto especialmente interesante: La ópera ambulante, un grupo de tenores y sopranos quienes,  con el apoyo del Centro Cultural Tijuana,  hacen presentaciones en espacios  públicos no convencionales y sin previo aviso para el público. Disfrazados de empleados o transeúntes comunes los artistas han irrumpido ya en lugares tan inesperados como una rueda de prensa en pleno Palacio Municipal. En esta ocasión se presentaron en la Central de Autobuses de Tijuana, ataviados como empleados de la misma, sorprendiendo a los usuarios con su interpretación de fragmentos de la Traviata compuesta por Giussepe Verdi e inspirada en un  texto de Alejandro Dumas. Los especialistas podrán criticar que al cantar sólo fragmentos y al no estar caracterizados como los personajes se pierde por completo la intención narrativa , por lo que la presentación se reduce al virtuosismo de los músicos, el cual además es ensombrecido por los ruidos de la cotidianidad de una estación de autobuses. Tienen razón, es cierto, pero no importa. Las desavenencias románticas de Violeta que la llevan al libertinaje y al sacrificio (¿esto cuenta como spoiler?) no resultan tan relevantes como el hecho mismo de irrumpir en la  vida diaria para sacar a la gente de la rutina a través de una experiencia estética inesperada. No se necesita ser un docto para tener experiencias estéticas, no se requiere entender, es una cuestión de sentidos, es un regalo, "un gorrión que se posa y se va" (como diría la Murga Uruguaya Falta y Resto). Tras cantar,  estos generosos artistas, siguen su camino, todo se desvanece, pero por unos instantes las presiones, los tiros, las granadas, el desierto seco, la migra, todos los monstruos de la frontera  fueron arrinconados por el poder del arte. ¡Salud!

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