Escalera al Cielo, controversial pieza de Eugenio Merino exhibida en la reciente feria ARCO 2010. La embajada de Israel envió una carta donde exigían retirar la pieza. Como respuesta el autor tuvo que pedir una disculpa pública en su sitio de internet: Ejmplo de que en pleno siglo XXI se vuelve a poner en el centro de debate la relación arte-fe.
Primero quiero posicionarme sobre la relación arte y fe: desde mi perspectiva, y por lo qué he visto y leído, puedo afirmar que el arte siempre ha sido una cuestión de fe, mas aun, una cuestión religiosa (un sistema de creencias y prácticas acerca de algo divino, superior), desde sus origenes y en distintas culturas la creación simbólica y estética ha estado siempre ligada a la religión o a la deidad (desde el arte maya de Bonampak hasta las tumbas egipcias -un arte hecho no para el humano sino para el inframundo- , pasando por el arte hindú y el arte cristiano). Con el paso del tiempo el arte en occidente se desligó del cristianismo, pero nunca de la fe. ¿Qué no lo que hicieron Hegel, Schiller y Schilling no fue sólo depositar la fe del arte en otro lugar pero no desaparecerla?. Incluso Nietzsche y Schopenhauer (y más adalente Heidegger y muchos otros) al hablar de arte como verdad (o incluso como algo "más verdadero que la verdad") le estaban asignando un caracter sobrenatural, misterioso (como los misterios de la biblía: incomprensibles a veces como la santísima trinidad), sacro en un mundo sin dios. Ingres, el pintor neorromántico, escribió alguna vez "tened como religión a vuestro arte (...) el arte no sólo es una profesión, es también un apostolado (...) Mis gustos forman parte de una religión".
El arte contemporáneo no es para nada una excepción: hay que entenderlo sí, pero hay que tener fe en él también para aceptarlo y, como en cualquier religión, tiene ritos e instituciones (inauguraciones, ferias, bienales), y también elementos de sacralización (el cubo blanco de la galería, la incersion al circuito comercial, y otros procesos de validación subjetivos). En esto concuerdo con los stuckistas y hartistas: el arte objetual, procesual y conceptual en general, son una cuestión de fe. Ellos se declaran ateos del arte contemporáneo. Con lo que no estoy de acuerdo es que los stuckistas y hartistas, y aquí demuestran lo limitado de su análisis, se asumen como partidarios del arte-Arte, del verdadero arte (como si hubiera algo así como verdadero arte), sin darse cuenta de que lo suyo también es un acto de fe basado en premisas histórica y socialmente delimitadas: tienen a la obra terminada, ala belleza (amigos ¿qué es belleza?) y al talento individual del artista como elementos principales para validar algo como arte (¿qué dirían los antiguos artistas chinos, quienes buscaban imitar a sus predecesores porque en cada linea, en cada trazo identico estaba su rica herencia cultural -abolían al genio del artista-? ¿qué dirían los talladores aztecas que no veían en la cuestión estética el eje central de sus creaciones pues se preocupaban más del mensaje religioso, político y militar? ¿o los monjes tibetanos que tras crear hermosos y complicados mandalas de arena los destruyen -lo importante ahí es el proceso no la obra final-?).
No existe eso llamado "Historia universal del arte", eso es un discurso, una narrativa, una ficción. Lo que hay en realidad son múltiples historias del arte, o de las artes ( o mejor dicho, de la producción simbólica que desde occidente hemos conceptualizado como arte, nombre genérico con el que traducimos numerosas formas de expresión), entonces todo intento de definir al arte desde preceptos como belleza, talento, verdad, composición, técnica, será siempre insuficiente, limitado, cuadrado. El arte se da, lo importante es saber qué factores son los que lo propician; por qué se da el arte, y cómo se da.
Partiendo de estos pocos elementos (para mi centrales para evitar sectarismos y generalizaciones arbitrarias) es posible acercarse al arte de una manera menos sesgada (aunque nunca dejaremos de tener estos ojos occidentales, ni este lenguaje derivado del latín con toda su carga cultural). Ahora sí, hablemos de la siguiente serie de santos: los amputados. En el cristianismo la carne y la sangre son partes centrales (en la última cena, que se repite en cada misa, Jesús les entrega su carne y su sangre a los discípulos, en la cruz su sufrimiento es carnal, necesario para alcanzar la plenitud espiritual), no son pocos los santos que, tras sufrir graves amputaciones, se volvieron emblemas de la fe, aquí presentamos al grupo conocido como los Cefalóforos, aquellos santos representados sin cabeza como muestra de su santidad.
Comenzaremos con San Dionisio de París (al lado), fue el primer obispo de París. Sus intentos de evangelización terminaron en el año 272 cuando fue decapitado durante la persecución de Aureliano. Según la creencia popular (apoyada por textos antiguos) tras ser decapitado Dionisio se levantó con su cabeza entre las manos y atravesó Montmartre, hasta que finalmente le dio su cabeza a una noble joven, tras lo cual se desplomó, ahí se erigió la basílica en su honor. A este santo se le representó varias veces con su cabeza en la mano (como la que mostramos aquí), sin embargo, quizá para suavizar la imagen, se le solía representar con dos cabezas: una normal, sobre el cuello y la otra en las manos. Siglos después la Iglesia desconoció la historia afirmando que tras ser decapitado murió instantáneamente, sin embargo, en la religiosidad popular sigue siendo el santo que caminó sin cabeza. Pero no fue el único santo que lo hizo, con ustedes San Lamberto (abajo), un mártir originario de Zaragoza, España que durante la dominación musulmana fue decapitado tras lo cual también cogió su cabeza y caminó, siguiendo a sus bueyes, hasta caer muerto junto a los demás mártires de Zaragoza. Su cuerpo sin cabeza aun yace en el templo levantado en su nombre.
Santos cristianos Cefalóforos (en griego: los portadores de cabezas) hay algunos más, como San Vitores, Santa Quiteria (abajo) o el grupo compuesto por San Félix, Santa Regúla y san Exúperancio, mártires españoles decapitados y arrojados a un barranco (al final de la entrada, junto a Jesús) . Las decapitaciones eran comunes durante los primeros siglos del cristianismo, pues la pena capital en la antigua Roma era esa: cortarles la cabeza con un hacha, aunque también existían otros métodos: a algunos, como a la pobre Santa Perpetua, los decapitaban a espadazos, un proceso tardado, doloroso y seguramente muy sanguinoliento, pero ha habido, a lo largo de la historia peores formas de morir para los martires: A san Flaviano le vertieron plomo derretido por los ojos, a San Ciriano, Largo y Esmaragdo les derritieron las cabezas echando sobre ellas plomo al rojo vivo, a otros los crucificaban, los quemaban, los desmembraron o fueron devorados por los leones, en fin la historia de los santos del catolicismo es una muestra amplia y oscura de la imaginación que tiene el ser humano para hacer sufrir a sus semejantes (y parece que los católicos aprendieron muy bien pues luego se les ocurrió la genial idea de la santa inquisición).
Santa Quiteria.
Por último habría que mencionar que, como advierten en el blog de Preguntas al Santoral, los santos sostenedores de cabeza son pocos, prácticamente ninguno de los santos decapitados aparece sosteniendo su cabeza en las imágenes, sólo aquellos que tras ser decapitados hicieron algo sorprendente como caminar o sostener con las manos su testa desprendida.
San Félix, Santa Regúla y san Exúperancio frente a Jesús.
Más:
Sobre ARCO y la controversia arte-fe. Ensayo en Réplica21.
4 comentarios:
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Vaya que buenas están las entradas de los santos, es una locura total aquello de los dragones y los cefalóforos, me parece interesante la manera en que se les dota de poderes sobrenaturales y la manera en que son retratados, uno de los mitos que a mí más me gusta es el de la bilocación.
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