Un dos de Agosto, hace 10 años ya, murió en su casa de Valle de Bravo (México) Alberto Gironella, surrealista complejo, "rupturista" por coincidencia, difícil y provocador por convicción. Su obra, que bien podríamos denominar como "culta" (más cercana a dadá y a los montajes de Alan Glass en lo formal que al típico surrealismo pictórico) es amplia, oscura, laberíntica, sin embargo toma en ocasiones giros inesperados, como en el caso de su serie sobre Madonna -aquí presentamos una de esas obras- , la famosa cantante Pop. En una entrevista dijo incluso que ella era una de sus almas gemelas (junto a Arthur Craven y Valle Inclán), su interés en ella radica, según explicó alguna vez, en su capacidad provocadora, en su belleza y en su terrible soledad, así pues Gironella retrata icónicamente a uno de los rostros más importantes de una nueva mitología; la artista pop de los massmedia, un ser tan cercano como artificial, tan humano como divino, real, pero al mismo tiempo imaginario.
Gironella se mofaba de aquellos que no comprendían el potencial icónico, sensual y subversivo de Maddona, exclamó, ya en sus últimos años de vida que "Madonna es maravillosa y eso no lo quieren admitir los diplomados, los enmedallados y los premios nobeles (...) si hablas con los solemnes te dicen que Madonna es una puta porque explota su imagen sexual, sin embargo yo no la pondría ahí junto a Buñuel y a Zapata si no creyese en ella". 10 años hace ya que Gironella pasó a "otra instancia del tiempo", y aun no se ha cumplido su última voluntad: que su casa se volviera un museo para exhibir su obra y la de otros, ahí en su húmeda propiedad yacen solitarias, entre otras piezas, sus Madonnas que, enamorado de ellas, nunca quizo vender. L os motivos principales por los que no se ha consumado la idea del museo son simplemente el desinterés, la incomprensión y , peor aun, el desconocimiento por este cabrón, provocador, inteligente, burlón y magistral gran maestro, Alberto Grionella, un artista cuya obra, como escribió Octavio Paz, cabalga entre la plástica y la poesía visual en donde el tiempo se diluye.
Más. del Museo que no ha podido ser. (La Jornada)
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